Dentro de las técnicas de tratamiento específicas para el tejido fascial, ninguna es tan llamativa y tan conocida como el llamado «unwinding» o «desanudamiento».
En primer lugar, cabe destacar que el verbo «unwind» admite diferentes traducciones en Español: «relajarse», «desenvolverse», «desovillarse»… Aunque es generalmente traducida como «desanudarse». Me referiré a esta técnica como «desanudamiento fascial», que es como habitualmente la conocemos en nuestro idioma.
El origen de la técnica no está claro, aunque ha sido descrita por diferentes tipos de terapia desde hace décadas. Ya en los años 20 del siglo XX, un alumno de WG Sutherland llamado Neidner se dió cuenta (a través de la observación y de la palpación) de que las personas con buena salud general presentaban un patrón fascial torsional en el cuerpo entero. Él propuso diferentes técnicas usando las extremidades como palanca larga con el objetivo de «desenredar» estos patrones globales.
Un concepto más dinámico, basado en la relajación de las tensiones fasciales intrínsecas, fue probablemente introducido por Viola Frymann:
El principio de esta profunda técnica consiste en colocar al paciente en la posición en la que se encontraba en el momento de la lesión y permitir que la fascia realice los movimientos necesarios para eliminar todas las fuerzas impuestas por el impacto» (Frymann, 1998a).
En la actualidad, el FU se describe formalmente como: ‘una técnica manual que implica una retroalimentación constante al terapeuta osteopático que está moviendo pasivamente una parte del cuerpo del paciente en respuesta a la sensación de movimiento’. En este sentido, el desanudamiento ha sido considerado como una forma de liberación miofascial indirecta: ‘los tejidos disfuncionales son guiados a lo largo del camino de menor resistencia hasta que se logra el movimiento libre’.
El desanudamiento fascial o miofascial es un proceso en el que el cliente experimenta una reacción espontánea en respuesta al tacto del terapeuta. El desenrollado fascial puede utilizarse para «liberar» la restricción fascial animando al cuerpo o a partes del cuerpo a moverse hacia zonas más fáciles. El Diccionario Mosby de Medicina Complementaria y Alternativa define el desenrollamiento fascial como una técnica manual en la que el terapeuta mueve pasivamente alguna parte del cuerpo del cliente, con una retroalimentación constante en cuanto a las sensaciones de movimiento que le da el cliente. Además, el Glosario de Terminología Osteopática afirma que el desanudamiento fascial es «una técnica manual que implica una retroalimentación constante para el terapeuta que mueve pasivamente una parte del cuerpo del paciente en respuesta a la sensación de movimiento». Por lo tanto, de estas dos definiciones podemos deducir que el desenrollado de la fascia es un tipo de técnica de liberación miofascial indirecta.
Los terapeutas utilizan un proceso de inducción para iniciar el desenrollamiento fascial en un cliente. El cliente responde a la inducción con una flexión, rotación y torsión espontáneas de las extremidades superiores o inferiores o de todo el cuerpo en un patrón rítmico o caótico. Esta respuesta puede considerarse una expresión espontánea de movimiento. El fenómeno del desenvolvimiento, en el que partes del cuerpo se mueven espontánea e involuntariamente, puede parecer místico y, sin embargo, sus efectos terapéuticos son conocidos tanto anecdótica como clínicamente. Sin embargo, estos efectos no están bien documentados.
Durante el tratamiento, el terapeuta actúa como catalizador o facilitador colocando el cuerpo del cliente en determinadas configuraciones que le permiten desanudarse y liberarse. La liberación se pone en marcha con el contacto del terapeuta, pero el paciente pronto toma el control. El movimiento se suele provocar en el cuerpo levantando y sujetando ciertas partes del cuerpo para eliminar la influencia de la gravedad y superar el tono postural propioceptivo reactivo, una técnica que se utiliza a menudo cuando se trabaja con las extremidades. Según Kern, cuando se elimina el efecto de la gravedad, los patrones de tensión retenidos en los tejidos se aclaran más fácilmente. En un método alternativo, el terapeuta añade tracción o compresión a las articulaciones de la zona, o mantiene una parte del cuerpo en posición relajada. El proceso de relajación puede llevarse a cabo en todo el cuerpo o en partes específicas del mismo, como los brazos, las piernas, el cuello e incluso la mandíbula. Por ejemplo, en el desanudado de brazos y hombros, el paciente se tumba en posición supina mientras el terapeuta levanta un brazo. A continuación, el brazo se sostiene bajo el codo y la muñeca del terapeuta, y se puede añadir una ligera compresión hacia la articulación del hombro. Al cabo de un rato, el terapeuta percibe los movimientos alrededor de la articulación del hombro. El terapeuta sigue entonces cualquier indicio de movimiento sin dirigirlo ni forzarlo.
Aunque en la actualidad muchos trabajos de investigación relacionados con la fascia formulan hipótesis sobre el funcionamiento de la liberación miofascial, el desanudamiento sigue siendo una zona gris: no se conoce bien el mecanismo. La explicación más aceptada es que los tejidos pueden mantener memorias independientes del sistema nervioso, pero no hay estudios de investigación científica que respalden esta afirmación. Aunque las pruebas científicas demuestran que la fascia puede contraerse y relajarse, no se ha demostrado la capacidad de «desanudarse». Ward sugirió que los movimientos aparentemente aleatorios que caracterizan el desenrollamiento reflejan una variedad de eventos electromecánicos que interactúan y que afectan a funciones centrales, periféricas, autonómicas e incluso fisiológicas. Añadió que «en medio de mucha especulación, faltan descripciones científicas satisfactorias para los eventos».
El proceso de desanudamiento puede aplicarse a todo el cuerpo o a una parte en concreto, como el cuello o las extremidades. Estas últimas pueden tratarse regionalmente o utilizarse como palancas para manipular el tronco.
Los métodos de desanudamiento se refieren a las maniobras de flexión y torsión espontáneas inducidas por el operador que afectan a las extremidades superiores e inferiores
La aplicación de un desanudamiento puede describirse mediante las siguientes fases
- Evaluación: que implica una valoración exhaustiva del sistema miofascial para identificar cualquier signo de restricción fascial. En este proceso es fundamental tener en cuenta la amplitud del tejido fascial, que se extiende en su mayoría en forma de espiral desde las extremidades hasta la parte axial del cuerpo. Debido a su naturaleza y estructura ubicuas, cualquier alteración de la función de la fascia en cualquier nivel puede producir potencialmente un efecto en otras partes del organismo. Las zonas anormales de tensión dentro de este sistema, tras una lesión reciente o de larga duración, una intervención quirúrgica o cualquier tipo de esfuerzo repetitivo, crean patrones compensatorios adaptativos, siguiendo el camino de menor resistencia. Esto puede conducir a una alteración de la alineación estructural, a patrones de movimiento deteriorados, a restricciones articulares, a dolor, a niveles de energía deficientes y a una disminución de la vitalidad. Por lo tanto, debe realizarse con precisión una evaluación postural de todo el cuerpo, junto con la evaluación práctica del tono y la textura del tejido miofascial, la amplitud de movimiento de las articulaciones, las pruebas musculares y las quejas subjetivas de dolor y/o pérdida de función. El objetivo final del operador es identificar la región corporal disfuncional que se va a trabajar, incluidos los vectores disfuncionales en la fascia. Se trata de patrones preferentes de movimiento de los tejidos, percibidos por el terapeuta como movimientos hacia la «facilidad», que suelen reflejar direcciones de lesiones o traumas pasados.
- Inducción: en esta fase, en particular, se requiere un estado de relajación por parte del paciente. El operador se acerca a la zona afectada con un toque suave, reforzando el procedimiento mediante la visualización de la anatomía de la región que se está trabajando. Inicialmente, induce el movimiento, normalmente levantando y manteniendo la zona en una posición relajada, para reducir la influencia de la gravedad y superar el tono postural propioceptivo reactivo. Alternativamente, se puede añadir una fuerza de distracción o compresión en las articulaciones relacionadas para impulsar el proceso. Por ejemplo, en el desanudado de la pierna, con el paciente en decúbito supino, el operador levanta y sostiene la pierna por debajo del tobillo, mientras que puede añadirse una ligera compresión hacia la articulación de la cadera para promover el movimiento. El objetivo es mantener los tejidos en un estado equilibrado y relajado, permaneciendo sensible a las pistas fasciales que sugieren cualquier dirección de expresión espontánea de los patrones tensionales inherentes.
- Desanudar: el operador sostiene al paciente mientras se centra en la zona de mayor tensión fascial, permitiendo que se manifieste cualquier movimiento espontáneo. Esta es probablemente la fase más difícil del procedimiento, debido a su naturaleza dinámica que requiere una gran sensibilidad, apreciación cinestésica y habilidades de palpación fina por parte del terapeuta. Éste debe percibir los movimientos que surgen del movimiento inherente de los tejidos disfuncionales, que no deben ser dirigidos ni forzados, sino simplemente reconocidos y seguidos. Estos patrones de movimiento son en su mayoría imprevisibles: pueden surgir componentes de cizallamiento, torsión o rotación, que suelen seguir una trayectoria en espiral, a veces muy sutil, a veces extremadamente vigorosa, rítmica o aleatoria, pero siempre a su propio ritmo individual. El proceso de desanudado nunca debe producirse como un movimiento circular «sin punto de apoyo», ya que es poco probable que produzca ningún efecto terapéutico. En su lugar, debe identificarse un fulcro preciso, en torno al cual los tejidos puedan expresar su patrón disfuncional. Dicho fulcro debe ser el punto de mayor restricción fascial que se está tratando. Durante todo el procedimiento, el paciente proporciona una retroalimentación constante al operador, mientras éste apoya y amplía el rango y la intensidad del movimiento, guiado por las tensiones fasciales inherentes, hasta que se percibe una liberación espontánea. Durante este proceso, puede ocurrir que el terapeuta se sienta incómodo al mantener la misma sujeción de una determinada estructura en modo de desenrollado o, peor aún, que la maniobra se vuelva insegura al hacer que el paciente se vuelva inestable en la camilla. En ambos casos, el operador debe detener la técnica para elegir una sujeción más eficaz, e indicando al paciente que adopte una posición más segura.
- Punto de quietud: sólo se presenta ocasionalmente. Consiste en un cese del proceso de desenrollado, que da lugar a un punto de quietud en el que no se produce ningún movimiento y los tejidos están «silenciosos». En esta fase se puede solicitar la cooperación del paciente, como la respiración profunda, para promover los cambios en los tejidos y la liberación. Es una fase clave cuando se presenta, ya que los cambios más profundos a menudo se presentan en este punto de silencio y calma.
- Liberación: se puede sentir un colapso de la tensión miofascial junto con calor y una sensación de «fusión» y reblandecimiento en los tejidos que se están trabajando. Una liberación puede tardar segundos en obtenerse cuando se trabaja con restricciones recientes y leves, mientras que las lesiones prolongadas o graves pueden requerir más de una sesión. En algunos casos, puede producirse una liberación emocional durante el método de relajación. Esta afirmación requiere de una explicación mucho más detallada, que se abrodará en otro momento.
- Reevaluación: el tejido debe volver a examinarse después de que se haya logrado la liberación, y debe verificarse una sensación de tensión equilibrada dentro y alrededor del tejido miofascial. A continuación, se puede comprobar que la combinación de ejercicios terapéuticos y modalidades manuales tradicionales es más eficaz para lograr una mejora de la función.
Si es necesario realizar un desanudado corporal total en un paciente adulto, normalmente se requiere la colaboración de dos terapeutas. En este caso, con el paciente tumbado en decúbito supino, un terapeuta levanta y sujeta ambas piernas por los tobillos; mientras que un colega levanta y sujeta la cabeza, con los brazos del paciente levantados entre los codos y el tronco del osteópata, y las manos del paciente apoyadas en los flancos del osteópata. Ambos terapeutas se centran en las zonas de mayor restricción fascial en las respectivas mitades del cuerpo. A continuación, puede producirse un desanudamiento simultáneo, que suele requerir un cambio de mano y una supervisión constante de la posición del paciente. Si el paciente adulto es constitucionalmente más pequeño que el operador, o si el paciente es un niño, un solo terapeuta puede realizar fácilmente el desenrollado total del cuerpo. En el caso de un paciente infantil, el desenrollado total del cuerpo puede iniciarse mediante una sujeción occipitosacra con el bebé en posición supina. De nuevo, el movimiento efectivo se sentirá como una expresión espontánea de la tensión de los tejidos disfuncionales, hasta que se sienta la liberación.
Se puede consultar este artículo para una consulta más profunda de los orígenes de esta técnica.
Óscar